El dice: Y lamento que tus ojos no persivan la dulsura de este cielo violeta.
Ella dice: Mis ojos no persiven nada dulce desde que comienzas a hablar.
El dice: Lamento las ropas rasgadas que dibuje cuando me recoste en tu cuerpo.
Ella dice: Yo me apeno por las heridas que no se limpian de mi piel.
domingo, 8 de julio de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario